martes, 7 de junio de 2011

Historia de la Mesa del Doce de Octubre



La cometa que se levantó contra el viento

La idea se engendró en una parroquia del barrio Picacho. Allí, unos idealistas pensaron que ese liderazgo innato que los unía en ese sitio debía convertirse en una potente caja de resonancia que rechazara públicamente los atropellos que ocurrieran contra su comunidad. Vinieran de donde vinieran.
Hace tres años, cuando el conflicto, representado en la presencia de grupos armados ilegales, comenzaba a agudizarse en Medellín y amenazaba a comunas como la seis, Carlos Arcila y Giovani Villa echaron a rodar un proyecto de paz y convivencia.
Desde el primer momento hubo el convencimiento de que la iniciativa sería pluralista y que por eso se incluirían diferentes maneras de pensamiento y formas liderazgo. Incluso, se dijo, invitarían a representantes de autoridades para que conocieran la propuesta. Hubo quienes dijeron que era pertinente convocar a expertos y académicos para que hicieran parte del proyecto.
Otros, sin embargo, se opusieron y argumentaron que justamente la novedad y fortaleza de la iniciativa era que un grupo de ciudadanos, comunes y corrientes, querían aprender más de su realidad para comprenderla, explicarla y transmitirla a otros actores sociales.
Esa propuesta tomó fuerza como una bola de nieve y con el paso de los días y con la llegada de otros líderes de la zona se consolidó como una roca. Sin embargo, aún faltaba definir una filosofía y un ideal claro a perseguir. ¿Pero quién representaba lo que ellos deseaban emprender?
Escoger el referente no fue difícil. Muy cerca, en sus memorias, tenían fresca la imagen de un hombre que había hecho de su palabra una poderosa arma para defender los derechos humanos, que había tenido el valor de denunciar  públicamente la connivencia de algunos integrantes de las Fuerzas Armadas con grupos armados ilegales.
Ese hombre fue Jesús María Valle, un abogado paisa, oriundo del municipio de  Ituango (norte de Antioquia), que fue asesinado el 27 de febrero de 1998. Los culpables fueron integrantes de la banda delincuencial La Terraza, pagados por el ex jefe paramilitar Carlos Castaño, según escribió la Agencia de Prensa IPC para la revista Semana de febrero de 2008.
El asesinato, que conmovió a la sociedad medellinense, inspiró años después el nombre de la Institución Educativa Jesús María Valle Jaramillo, las jornadas anuales de derechos humanos de ese centro educativo y la filosofía del movimiento ciudadano que se reunía en la parroquia de ese barrio del noroccidente de la ciudad.
Hoy ese movimiento es la Mesa de Derechos Humanos y Convivencia de la Comuna 6 de Medellín. Sus integrantes, cerca de 30 líderes que representan al mismo número de organizaciones sociales, se denominan como un grupo de ciudadanos que promocionan, defienden y difunden los derechos humanos de los habitantes de la comuna.
En ese mismo sentido visibilizan los atentados contra la vida, denuncian los atropellos contra la comunidad y crean espacios para que la gente exponga diversas inquietudes y para asesorar a quienes requieran trasladar las problemáticas ante instancias como la Personería de Medellín, por ejemplo.
Esas posiciones, sin embargo, no han caído bien entre algunos sectores sociales de la comuna. Carlos Arcila, coordinador de la Mesa de Derechos Humanos, dice que algunos habitantes los han señalado de estigmatizar los 12 barrios del Doce de Octubre. Pero han dicho –dice Arcila- que son los actores armados ilegales quienes desestabilizan los barrios.
“Lo que hacemos es mostrar unos hechos horrorosos para que eso no se puede repetir, para que haya justicia e intervención del Estado… Desaparecen un niño o ponen a una niña a prostituirse y entonces, ¿hay que quedarse callado?”, comenta Arcila.
La Mesa se organizó por áreas de trabajo para llegar a todos los sectores sociales. El área de vida se encarga de hacer un monitoreo en la zona para difundir los ataques contra la integridad física y la vida que ocurran en los barrios. El área de víctimas hace un sondeo en la comuna para determinar dónde están los afectados por la violencia. El área de salud recoge información sobre atenciones inadecuadas en centros hospitalarios y violaciones al derecho a la salud. Y el área de jóvenes en riesgo promueve programas para insertar a muchachos vulnerables.
La información que recogen estos ciudadanos la socializan en reuniones semanales y la exponen ante autoridades policiales y municipales y otras entidades que defienden los derechos humanos.
El trabajo constante ha dado resultados: este grupo de ciudadanos, apropiados de los temas que los afectan, ya son un referente en la ciudad: la Administración Municipal, la Personería de Medellín y la Policía reconocen su labor. Y entidades como el Concejo de Medellín, la Cámara de Representantes y la Embajada de Francia les han otorgado distinciones.
La experiencia la han capitalizado al replicarla en otras comunas de la ciudad y del Valle del Aburrá. Así como Jesús María Valle fue, en gran medida, inspirador de ellos, ahora ellos son los inspiradores de un comité metropolitano de impulso a mesas de derechos humanos y convivencia.
Así que lo que nació en una parroquia de barrio periférico, que pareció como una cometa que se levantaba contra el viento y que con el paso de los días se convirtió en un motor de vida para muchos de sus integrantes, ahora se transforma en un proyecto de carácter metropolitano que articula a otras organizaciones sociales.




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